Ser del Barakaldo es como montarse en una montaña rusa. Te quieres montar, pero sabes que vas a pasar por muchos estados de ánimo en los minutos que dure el viaje. Nervios mientras esperas la cola, toda una semana compartiendo inquietudes con tus compañeros de viaje, esos gualdinegros que son capaces de entenderte a la perfección porque sienten lo mismo que tú.
Una vez sentado en tu sitio, suena el pitido que indica que comienza el viaje y ahí es cuando empieza a suceder: gritas, ríes, lloras, te llevas las manos a la cabeza, al corazón, te agarras fuertemente a quien tienes al lado, descargas adrenalina, lo pasas mal, lo pasas bien, pero algo dentro de ti no quiere que acabe ese viaje, y si acaba, te quieres volver a montar de inmediato, porque lo que te hace sentir, siempre, siempre, te reconforta.
El pasado sábado fue uno de esos días en que todas las sensaciones que una persona puede experimentar no se pueden explicar con palabras, porque es imposible. El que lo ha vivido en primera persona sabe de lo que hablo.
Pero me voy a quedar con las lágrimas de alegría cuando acabó el viaje, abrazada a una compañera de fatigas, una compañera que siente como yo, a pesar de que tan solo unos segundos después esas lagrimas fueron de rabia.
Pero lo más bonito es sentir a mis jugadores, esos que nos producen estas sensaciones tan bonitas, ver cómo a pesar del estresante viaje, aún les quedan fuerzas para salir una vez más al campo y con su mejor cara y las piernas pesadas por el esfuerzo realizado corren para agradecer a la afición su apoyo incondicional y hacer felices a pequeños y mayores firmando camisetas y sacándose fotos con la mejor de sus sonrisas.
Gracias Barakaldo; Gracias por dejarnos ser partícipes de este maravilloso viaje, el que no hubiéramos imaginado ni en el mejor de nuestros sueños. Gracias por hacernos soñar. Solo entiende mi locura quien comparte mi pasión.
Begoña Goiriena – Socia 1.356